Emular sus virtudes cívicas, la mejor manera de honrarlo

Con el fallecimiento de Alfonsín, muchos lo honraron recordando momentos que habían pasado juntos, qué significó su figura política en sus vidas, sus coicidencias y diferencias con sus ideales, reconociéndole los aciertos sobre los desaciertos, contando anécdotas que lo incluían, aplaudiendo, llorando y diciéndole el último adios. En este día de otoño, fresco, lluvioso, pasada la madrugada, no me podía dormir, la gente seguía pasando por el Congreso, luego yendo hacia el cementerio de Recoleta, y seguía pensando ya avanzada la mañana el significado de su muerte en estos días. Meditaba sobre el impacto de su muerte, cómo tanta gente y de la más diversa posición ideológica y política se emocionó hasta las lágrimas. Lo que rescato como esencia de todas estas maneras de honrar a un grande, es destacar sus virtudes, sus virtudes como persona y como político. La honradez, la humildad, el respeto, el buscar el bien de los argentinos por encima del partido y del propio, la búsqueda del diálogo, la unidad de la sociedad. Alfonsín, para lo que es la dirigencia argentina de hoy, tiene entonces algo de prócer, de aquellas figuras de la historia en la cual uno puede enumerar rasgos virtuosos e imitables.
¿Qué es propio que hagamos entones, cuál es la mejor manera de recordarlo? En mi opinión es justamente eso, emular sus virtudes cívicas y asumir con compromiso el reto urgente de luchar por una argentina democrática respetando las instituciones.