Estados Unidos y su política exterior para América Latina

Estados Unidos y su política exterior para América Latina
En los discursos políticos y en el diseño de las políticas exteriores de América Latina se encuentra siempre el análisis de cuál es la posición frente a los Estados Unidos. En cada cambio de administración, particularmente cuando hay una alternancia partidaria en el poder del país del norte se especula con cuál será la política de dicho país hacia la región.
La Política Exterior norteamericana es responsabilidad del Presidente como comandante en jefe, asesorado por el National Security Council y secundado por el departamento de Estado, el Pentágono para la política estratégico-militar y por último el Congreso con el poder de ratificar o no los acuerdos y aprobar o no los presupuestos destinados con este fin. El actual Presidente Obama designó a Hillary Clinton en el departamento de Estado, que vendría a ser el Ministerio de Relaciones Exteriores, para suplir el roce internacional que carecía, según Walter Sánchez (2009) , una muestra de debilidad ante su ex adversaria en las primarias, perteneciente a la elite política, con gran nivel de influencia. Obama asumió con el apoyo del clan Kennedy, parte de la elite política con ventajas sobre el comportamiento político, económico y social norteamericana pero sobretodo bien vistos por América Latina por haber dejado en el imaginario colectivo latinoamericano la iniciativa para la región “Alianza para el Progreso” del ex Presidente Kennedy. Aunque sus promesas pronunciadas en aquel discurso de marzo de 1961 “hayan quedado enredadas en los laberintos del Congreso y el Pentágono”, como señaló Walter Sánchez. Obama no sólo tiene el apoyo de los clanes Kennedy y Clinton, sino que pertenece a la misma elite política, más allá de su color de piel por lo cual los analistas a simple vista podrían afirmar que está más cerca del pueblo norteamericano. Pues no, Obama pertenece a la elite, al mainstram norteamericano según lo precisó Luciano Tomassini (2009) .
Sin embargo, no podemos hacernos muchas ilusiones en América Latina, su agenda está marcada de antemano y la visión internacional de Obama de Estados Unidos es un país aislacionista, según lo afirmó Tomassini o una continuidad del mesianismo por lo que replicó Ignacio Walker. Por mi parte creo que tiene gestos aislacionistas en cuanto a lo económico, de no importarle más allá de sus fronteras mientras que no le afecten dentro, y mesianismo a conveniencia para justificar las guerras de Afganistán e Irak, y las que vendrán.
Joaquin Fernandois (2009) señala la creencia que Estados Unidos puede hacer mucho por América Latina, como si los países latinoamericanos estuvieran subordinados y en constante expectativas a su generosidad del hermano mayor.
Para los Estados Unidos perdimos peso estratégico luego del fin de la historia (Fukuyama), del fin de la Guerra Fría con la caída del muro de Berlín, por lo cual aunque permanezca Cuba con un sistema socialista-comunista no significa una amenaza. Así es que las políticas dirigidas a la región perdieron importancia. No obstante hay dos temas que preocupan al Departamento de Estado norteamericano, según Fernandois, y esto es el narcotráfico y la inmigración. Y a simple vista podríamos decir que estos dos temas inciden en los dos países latinoamericanos donde Estados Unidos se ha detenido con políticas concretas y permanentes de cooperación. Estos son México y Colombia.
La agenda de política exterior de Obama, entendida como los contenidos de intereses y objetivos que se persiguen a partir de instrumentos y en el ordenamiento de otros contenidos en el tiempo, se caracteriza ser por una agenda impuesta determinada por la crisis financiera que amenaza con no irse a la brevedad. Incluso una agenda marcada por demasía por los intereses empresariales, con la obligación de tomar decisiones pocos populares, o en contra de los intereses de los sindicatos (por el aumento del desempleo) o en contra del lobby empresarial (que presionan por rescates). Walter Sánchez así lo definía: “A la nueva administración le será difícil romper esta ley de hierro de las oligarquías que en las democracias se entronizan en el poder”. Esto es por el vínculo existente entre la elite económica y política donde existen conflictos de intereses y falta de transparencia en los negocios y licitaciones públicas. Y en la actualidad con la crisis económica están bajo la lupa estos vínculos para detectar los casos de corrupción y “amiguismo”. Ahora bien, el reconocer que estos actores del sector privado influyen en la determinación de la agenda del Presidente Obama para marcar prioridades en temas internos y externos se contradice con lo que decía Roberto Russell que “la política exterior es el resultado concreto y visible de la acción estatal”. Yo no lo dejaría en forma exclusiva, sino como el actor predomínate en la decisión final dentro del proceso de toma de decisiones, pero sin embargo se deben reconocer a los demás actores tanto organizaciones de la sociedad civil como los actores privados en la política exterior. De hecho el mismo Russell ha afirmado que con la crisis económica, se han creado nuevas modalidades de coordinación entre sector público y privado, refiriéndose a la crisis de la deuda externa y la hiperinflación del gobierno de Alfonsín.
Joseph Ramos (2009) también coincidirá con que “la crisis económica pasará a ser la prioridad del gobierno, incluso más que la política internacional, pese a los problemas que tiene que enfrentar: Irak, Afganistán, la proliferación nuclear (Irán y Corea del Norte) y el Medio Oriente”.
En cuanto al resto de la agenda, principalmente en materia militar donde se esperaba un nuevo rumbo que lo diferencia de la administración anterior, no se ha visto cambio alguno. Ignacio Walker (2009) esperaba ese cambio “desde una postura bastante ideológica, como ha sido la política exterior del Presidente Bush, hacia una política bastante más pragmática, con énfasis en los problemas de la democracia y el desarrollo”. Esta visión es un poco idealista, o es el reflejo del típico deseo de político latinoamericano.
Uno de los factores que lo diferenciaban en la campaña a Barack Obama de John McCain era justamente el punto de la plataforma electoral en referencia a la guerra, por lo que el pueblo norteamericano al elegirlo a Obama elegía también el fin de estas dos guerras que paulatinamente les fue pareciendo más ajenas que propias. Unos meses después de las elecciones parecería que la única diferencia entre el senador McCain y el Presidente Obama es que el primero hubiera enviado a Afganistán 40 mil tropas y no 30 mil como hizo el segundo.
En su discurso del 1º de diciembre en la Academia de West Point, Barack Obama mostró un pensamiento realista, reconfirmado luego por su discurso en Oslo al aceptar el Premio Nobel de la Paz, al justificar la guerra preventiva incluida en la política de seguridad nacional. Considerando que es una guerra propia pero con un enemigo lejano, para mantener el frente de batalla fuera del territorio estadounidense. La guerra de Afganistán iniciada luego del ataque del 11 de septiembre de 2001, fue en primer lugar para proteger a los Estados Unidos de potenciales ataques de Al Qaeda.
Así como muchos norteamericanos piensan que es el costo de la guerra de Irak o de Afganistán una de las razones de la crisis internacional, las cuentas hechas y publicadas en el libro del Premio Nobel de Economía Joseph E. Stiglitz junto a Linda J. Bilmesen “La guerra de los tres billones de dólares” demuestran que el lujo de mantener una guerra priorizada por sus gobernantes ha dejado de lado materias de la política doméstica como la mejora en el sistema de salud o la disminución del desempleo.
Joseph Nye en su análisis de la política exterior de Obama menciona la definición de un “smart power” por la combinación entre “soft and hard power”. A partir de este criterio, se podrá contar con la habilidad de la diplomacia en algunos asuntos y la aplicación de los principios realistas en otros según se vea la conveniencia de los intereses nacionales.
Por eso, creer en el llamado de Obama a construir una nueva Alianza para las Américas, de abajo hacia arriba como menciona el ex Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Ignacio Walker es ser más que idealista, naif. Aunque sí coincido con él que el tema de Cuba “será emblemático que pondrá un nuevo énfasis en un cambio respecto a la región” pero no por los cambios de Estados Unidos hacia Cuba , sino por los cambios que están ocurriendo en la misma isla.
En el momento en que asumía Barack Obama al poder predominan los gobiernos de izquierda como el de Cristina Fernández de Kirchner en Argentina, Michelle Bachelet en Chile, Evo Morales en Bolivia, Lula Da Silva en Brasil, Rafael Correa en Ecuador, Álvaro Colom en Guatemala, René Preval en Haití, Daniel Ortega en Nicaragua, Martín Torrijos en Panamá, Fernando Lugo en Paraguay, Leonel Fernández Reyna en Republica Dominicana, Hugo Chávez en Venezuela, Tabaré Vázquez en Uruguay. Desde entonces hubo unos cambios de nombres, pero el único que cambio de color político fue Chile con la asunción de Sebastián Piñera.
México con Felipe Calderón y Colombia con el saliente Presidente Alvaro Uribe o con su sucesor el Presidente electo Juan Manuel Santos, que son gobiernos de centro derecha, podremos ver que nada tiene que ver la afinidad ideológica en el gobierno para que los Estados Unidos cambie su política exterior hacia estos países. Lo es según Joseph Ramos, “México como país vecino de modo que queda por verse si se aprueban o no normas legales más liberales en materia de inmigración” pero hemos visto que la crisis financiera comió también a esta agenda pues se han endurecido en materia inmigratoria en vez de ablandarse como lo había prometido durante época de campaña, debido a la escasez de empleo y la visión conservadora que dice que la inmigración perjudica a los trabajadores nacionales. J. Ramos opina de Obama, “como una persona moderada, sin agenda netamente ideológica, y deseoso de integrar lo mejor de las diferentes posturas ideológicas” por eso opino igual que él y Joseph Nye como una persona pragmática y quien no priorizará a la región latinoamericana en su agenda de gobierno. Porque tampoco lo han hecho otras adminsitraciones. Hernán Felipe Errázuriz , ex Embajador de Chile en Estados Unidos, menciona a dos países latinoamericanos con moderado interés para Norteamérica: México y Brasil. Quizás por la importancia que el gigante sudamericano ha tomado en los últimos años en el escenario internacional y que el hegemón no quiera perderle pisada.
Los gobiernos llamados neopopulistas o neosocialistas buscan separarse de los Estados Unidos, aunque el actual Presidente tenga más cercanía ideológica que el anterior. Esa diferenciación la hacen desde el discurso y muchas veces no lo llevan a la acción. El caso de Brasil, coincido con Fernandois en que le plantea a los Estados Unidos un desafío competitivo y colaborativo. La diferenciación, lo hace desde la autonomía política y económica, plasmada en una Política de Estado con una fuerte tradición diplomática por parte de Itamaraty, coherente a lo largo del tiempo más allá de los gobiernos que pasen en el poder. Mónica Hirst hace mención en su descripción de la política exterior brasileña que una de las tres líneas maestras de acción en los años de transición hacia la democracia era la revisión de los términos de las relaciones con Estados Unidos y luego agregó que “Se adoptó una jerarquización de cuestiones presentes en la agenda internacional brasileña que significó la definición de algunos intereses y objetivos no negociables en el plano externo, aun cuando esta definición chocase contra los intereses y objetivos de la potencia hegemónica”.
Entre la estrategia de posicionamiento frente a Estados Unidos se encuentra el componente clave de la economía internacional. “Las crisis del endeudamiento externo se refleja en el aumento de la vulnerabilidad externa y en la disminución de poder de negociación, tornando al país más vulnerable a las presiones de los países industrializados, en los planos multilateral y bilateral en el sentido de la apertura de la economía al exterior-inversiones y comercio- y a la reducción del Estado en la economía” Esta visión Brasil de no endeudamiento para no ser el actor vulnerable en la relación lo logró cuando en el 2008 pasó de ser deudor a donante en el Fondo Monetario Internacional.
De hecho, esta postura de Brasil frente coincidente en su momento con Argentina facilitó el proceso de integración. “Conducción por las Cancillerías de ambos países (Argentina y Brasil) de políticas exteriores de corte autonomista frente a la potencia hegemónica” . Esto durante los 80 porque la Argentina en la década del 90 postuló una política de relaciones carnales con los Estados Unidos. Brasil sin embargo sigue manteniendo una postura
José Morandé , Director del Instituto de Estudios Internacionales hace referencia a “los planteamientos y conductas desafiantes que gobiernos como los de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua han llevado adelante respecto de las políticas y al rol internacional de la administración Bush”, que por mi parte creo que en la administración de Obama no ganarán más que la indiferencia de este bajo un aparente diálogo abierto de conciliación.
Se podrá concluir que como la mayoría de los autores mencionados, la prioridad de América Latina en la política exterior de los Estados Unidos es baja, aún más con la coyuntura actual de la crisis financiera y el terrorismo. Las amenazas y desafíos que marcan su agenda en América Latina son la inmigración y el narcotráfico con una continuidad en la cooperación con México y Colombia. Por último se puede identificar el cambio de relación que ha tenido Brasil con los Estados Unidos como potencia emergente, y visto como un actor que pueda cambiar el tablero regional y su vínculo con el país del norte. Cuba lamentablemente tendremos que seguir esperando por los cubanos, que mientras demuestren apertura al diálogo pueden encontrar eco en Washington.

Bibliografía:
- Mesa Redonda sobre el nuevo Gobierno en Estados Unidos, Estudios Internacionales 162, enero-abril 2009, pp 127-159.
- RUSSELL, Roberto “Política exterior y toma de decisiones en América Latina” y “El proceso de toma de decisiones en la política exterior argentina 1976-1989” en R. Russell, ed. “Decisiones y política exterior en América Latina” Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires (1990) 12-59 y 255-274.
- HIRST, M y Soares de Lima, M.R. “Crisis y toma de decisión en la política exterior brasileña” en RUSSELL, R. op. cit.

Comentarios

Entradas populares