¿Serán los principios éticos más o menos exigentes para los agentes públicos que los que se aplican al ciudadano común?

¿Serán los principios éticos más o menos exigentes para los agentes públicos que los que se aplican al ciudadano común?
Los principios éticos en si, debiesen ser los mismos, tanto para los funcionarios públicos, como para los ciudadanos comunes, en lo que a la vida privada se refiere. Se estima que los agentes públicos, por las funciones propias que desempeñan en el ejercicio de sus puestos, éstos se encuentran más expuestos (“en vitrina”) a la observación, crítica y enjuiciamiento de la opinión pública. En este escenario, de los funcionarios públicos, se espera que sean un “modelo” de personas, por lo que se les exige más que al ciudadano común. De ahí se puede inferir que existe una hipocresía, ya que esos mismos ciudadanos comunes, exigen de los políticos, cosas que ellos mismos no cumplen.
Como moral pública, se entiende como el conjunto de acciones moralmente válidas, en un contexto político, que deben seguir los agentes de este ámbito, cuando se desempeñan en sus funciones, ya que sus acciones y decisiones tienen un impacto en el bien común, por ello su conducta ha de tener un mayor estándar y nivel de exigencia.
En este contexto se produce una paradoja entre lo moralmente correcto y lo políticamente válido, ya que muchas veces, los políticos deben superar sus inhibiciones morales en beneficio de los gobernados (Walzer, 2010). Se presenta una colisión de principios e ideas entre las que son personales y aquellos que determinan el actuar político, donde se produce el tema de “las manos sucias”, a partir del cual los políticos guían su proceder en el ámbito público.
Bellamy (2010) sugiere que los individuos y la sociedad civil comparten “la suciedad” del hacer político al exigirle que parezca limpio y brindarle su apoyo y el poder de la legitimidad cuando se sabe que en la realidad el actuar político no puede ser tan limpio.
Las decisiones en lo público afectan a más personas y se encuentra la diferencia en los principios éticos que le son propios a los agentes públicos que debieran actuar en pos del bien general. La toma de decisiones públicas es más compleja que en lo privado. Lo que redunda que no se puede juzgar al político en un ámbito ideal sino en base a la realidad. Las decisiones políticas no son limpias porque la sociedad está esperando que los políticos se ensucien las manos en su representación.

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