Dos experiencias diferentes en Pinar del Río, Cuba

En Pinar del Río estuve en dos oportunidades: Una voluntaria y otra forzada.
La primera, fue la visita a la casa de Dagoberto Valdes Hernández, el fundador y editor de la Revista Convivencia y la segunda fue cuando me vinieron a buscar los oficiales de Seguridad del Estado por haber hecho dicha visita.
Y así comienza la historia:
Ya era martes así que a las 8 de la mañana partimos con Ayelén hacia Pinar del Río donde nos esperaba Dagoberto Valdes Hernández. Al llegar a la terminal de ómnibus, nos agobiaron los gritos de “Taxi, Taxi” o “Casa, Casa”. Caminos, buscamos un mapa en la oficina de turismo y sin embargo nos seguían acosando ofreciéndonos casa donde dormir, etc. Hombres que te siguen y te
fuerzan a entablar una conversación preguntándote tu nombre y si no le respondes te insultan, o te dicen un piropo y si no se lo agradeces se ofenden. Para evitar y despistar a los hombres que nos siguieron más de 6 cuadras, nos sentamos en un paladar (nombre que se le da a los restaurants informales) para picar algo. Ayelén se quedó con las valijas mientras yo buscaba la casa de Dagoberto. Cuando finalmente llegué, justo antes de entrar volvió a insistir uno de los hombres que me siguió desde la terminal de ómnibus, ofreciéndome una casa que tenía muy barata para que nos quedemos. La molestia se convertía ya en enojo pero seguí adelante y golpee la puerta de Dagoberto.


La sorpresa que no esperaba es que se encontraba todo el equipo de la revista. Es decir, columnista, traductora, diseñadora y otros colaboradores. La alegría de Dagoberto me dio confianza para enseguida comenzar a compartir anécdotas, y regalos. Le di el libro de Diplomacia y DDHH en Cuba, publicado por CADAL y la Fundación Konrad Adenauer, el cuál apreció muchísimo desde el instante que vió la foto de Ingemar Cederberg. Por su lado él me regaló el último tomo de la revista y una copia de su libro. Luego, nos sacamos unas fotos con la bandera de Cuba que le llevé y el cuadro que representa el símbolo de la revista que es una paloma volando con unas redes sobre sus alas que lo apresan.

Por último, el perfil intelectual de Dagoberto me dio pie para enseguida comenzar a intercambiar pensamientos sobre posibles escenarios futuros en Cuba. El entusiasmo con que describe la aventura de la sociedad civil, persona por persona, que va sumando esfuerzos para un inevitable cambio de políticas de forma pacífica y con la paciencia infinita. Es decir a partir de la presión de la sociedad civil, ese acuerdo de hecho que tienen todos los representantes en las distintas partes del país, aunque no se reúnan para acciones en conjunto, existe un apoyo implícito entre los distintos actores de la disidencia.
Pasaron las horas y yo me olvidé que Ayelén me esperaba, así que la fui a buscar al ver que todavía quedaba por hablar. Al volver, llegó María Cecilia Ramo, la delegada de las Damas de Blanco de Pinar del Río, junto con su esposo y su hija. María Cecilia relató los hechos de agresión que sufrió unos días antes y que el mismo oficial que la agredió (me muestra los arañazos en el brazo y moretones) es el mismo que le avisó que su hijo estaba internado en el hospital y que lo iban a operar. Una ironía demasiado cruel. Ella nos hizo escuchar una grabación de un preso político de la prisión que se quedó ciego por una infección en la cárcel y estaba reclamando atención médica sin ninguna ayuda ni respuesta. Ahi fue cuando su esposo, uno de los 75, también nos relataba cómo le entregaban “chocolatada” como alimento en la prisión y que consistía en justar a los bichos de luz, cucarachas, moscas muertas, entre otras "delicias" y luego eran pasadas por agua, batido y colado con una bolsa de arpillera. Entre otras historias similares de la calidad de la atención carcelaria en Cuba. La verdad es que la conversación era fascinante así que no me di cuenta que habían pasado más de cuatro horas intercambiando ideas y experiencias como si fuéramos amigos de toda la vida.
Se hizo tarde, eran como las 16.30 y todavía estabamos en Pinar del Río. Debíamos tomar un taxi hasta Viñales que queda a una hora de viaje. Así que Juan Carlos nos acompañó a buscar un taxi de confianza que nos dejó en el hotel La Ermita que teníamos contratado desde Argentina.
Cuando llegamos nuestra reserva no estaba registrada y no tenían más lugar disponible, así que nos mandaron a otro Hotel Los Jazmines. Allí disfrutamos unos mojitos gratis por el inconveniente pero luego no tuvimos agua caliente para bañarnos así que volvimos a quejarnos.
Teníamos que arreglar en dónde dormiríamos al día siguiente, así que la agencia de turismo y nos vendió la reserva de una habitación en La Ermita donde nos habían dicho que no había lugar. Ese día pasamos el día el cayo Levisa y cuando llegamos a la tardecita de nuevo en La Ermita, las caras de: otra vez por aquí” nos esperaban. Tomamos una cerveza en el bar junto a la piscina y el barman dijo: "Ah ustedes son las argentinas". Nos pareció raro en ese momento pero pensamos que era porque éramos las argentinas que nos tuvimos que cambiar de hotel, pero luego de lo que pasó al día siguiente creo que fue por otra razón.
Y aquí comienza el relato de la segunda razón por la cuál estuve en Pinar del Río por segunda vez, ya menos feliz:
Nos levantamos, desayunamos y nos esperaba el taxi que nos haría el tour por las cuevas de Viñales. Cuando hacíamos el check out y reclamaba el recibo del pago del hotel, se acercó un oficial del Ministerio del Interior que estaba acompañado con otra oficial que no pronunció palabra y tenía una mirada demasiada seria. El oficial me preguntó si yo era Micaela y me pidió para hablar aparte, le dije que sí a ambas cosas. Me pidió el pasaporte y me dijo que lo debía acompañar a la Oficina de Migraciones. Pregunta obvia: "¿Por qué?"... “Porque hicieron algo que no debían haber hecho”. La respuesta era obvia para mi pero no para Ayelén, quién se empezaba a inquietar y decir que se nos iba el tour a las cuevas que no podíamos ir ahora, que podríamos ir después. Por un momento también jugué con la estrategia de turista de que se nos íba el tour y que teníamos un taxi esperándonos, cosa que era verdad. Claramente no había esa posibilidad para el señor que había mostrado una mezcla de gesto de orgullo y amenaza su credencial de Seguridad del Estado. Estaba tan orgulloso como si lo hubiera practicado frente al espejo o hubiera esperado el momento para hacerlo durante mucho tiempo. Me explicó que estaba en camino un oficial de migraciones y que debíamos esperar unos momentos y que si solucionaba rápido nos dejaría ir. Cuando pedíamos más explicaciones repetía lo mismo. Ayelén pedía explicaciones por la lógica que se aplica en todo el mundo de por qué deberíamos dejar de hacer nuestro paseo si nosotros habíamos ingresado con visa y estábamos haciendo turismo como todo el mundo. ¿Qué problema podríamos tener con migraciones que nos vinieran a buscar al hotel especialmente? No era lógico.

Eso era alrededor de las 9.30 hs y debimos esperar prácticamente media hora hasta que llegó el auto de Migraciones que nos llevó hasta Pinar del Río, dos oficiales y un agente vestido de civil que nos acompañó en el asiento de atrás del auto y entabló conversación con nosotros muy amenamente, hasta demasiado ameno diría yo, como quien quiere obtener información pero con amable disimulo. Se llamaba Ramón y nos preguntó qué pensábamos visitar. Aquí es la parte donde Ayelén no paró de hablar (lo que agradecí enormemente así salía del foco de las observaciones del oficial que me tenía fichada) de que habíamos averiguado varias playas como Bahía María la gorda o las playas de Cienfuegos, Trinidad, etc. El relató la historia de Bahía La Gorda y nos recomendó lugares. Obviamente aprovechó la ocasión para hacer preguntas sobre nuestra profesión, y qué hacíamos, etc. Una vez que llegamos nos hicieron esperar en unas sillas en la sala de espera mientras veíamos pasar un desfile de oficiales que pasaban, nos miraban y se iban de nuevo. Nos prohibieron el uso del celular cuando vieron que estaba mandando mensajes de texto. ¿Se imaginan el mensaje? "Amor, fuimos detenidas por la seguridad del estado cubana y nos trajeron a interrogarnos en la oficina de migraciones. No nos dicen mucho pero se llevaron nuestros pasaporte". Entre la hora de viaje y la hora que esperábamos mi cabeza no paraba de pensar escenarios y razones por la cuál estábamos en dicha situación. Cuando nos hicieron pasar una oficina, no pudimos llevar ni carteras ni celulares con nosotros. Mientras tanto, seguían con nuestros pasaportes y el hecho de no tenerlos a la vista me ponía nerviosa. Se sentaron frente a nosotras dos y revisaron por tercera vez el pasaporte, esta vez detenidamente, sello por sello. Especialmente el mío que casi no quedan hojas en blanco y tenía la visa de EEUU que saqué en diciembre para el viaje que haría por la beca de Georgetown University. Les llamó la atención no ver sello alguno de EEUU y porqué tenía la visa. Dije que iría a visitar a unas amigas en EEUU y que haría por primera vez turismo allí cuando a Cuba ya era mi tercera vez. Algo de puntos debe sumar eso, ¿no?
La luz de la oficina de al lado estaba prendida cuando llegamos, y al oficial que acompañaba al inquisidor tomaba los datos de los pasaportes apenas nos sentamos en la oficina le temblaba el pulso. Al parecer había alguien más escuchando y generaba tensión en el ambiente.
Yo sonría intentando que pareciera todo normal y respondiendo casualmente a las primeras preguntas, las mismas que me hicieron al ingresar al país, si era la primera vez, si era por turismo y a qué me dedicaba.
Soy profesora universitaria. Qué asignaturas?. Varias dependiendo del semestre. Quería evitar política o economía internacional pero la pregunta específica no se hizo esperar. De repente la conversación se centró en mí y se olvidaron de Ayelén, me preguntaron en que universidad había estudiado, etc. Y luego de media hora de preguntas que llevaron hasta contarle de mi viaje a Kenia y que conozco la mitad de América Latina, me preguntó en forma directa: ¿Ustedes saben por qué están aquí? Creo que sí, pero porque no me lo explica mejor, le sugerí.
Entonces dice: "De lo que hablemos de ahora en adelante depende la estadia de ustedes en Cuba".
Visitaron a gente que no deberían haber visitado. ¿Qué hicieron en Pinar del Río? Visitamos a Dagoberto Valdés. ¿Ya lo conocías de antes? ¿Porqué quisiste visitarlo? ¿Cómo costeaste el viaje? ¿Quién te manda? (ignoré esta última pregunta como si no la hubiera oído) No, pero soy católica y he leído de él por Internet de su trabajo en el Arzobispado y su revista Convivencia por lo que quise conocerlo personalmente. De dónde sacaron la dirección y el contacto, porqué no estaban todos reunidos allí por casualidad. "Sí fue una casualidad que llegara esa Cecilia que nadie la conoce y ahora se cree liderar las damas de Blanco en Pinar del Río cuando ya perdieron su fuerza" dijo muy irónicamente. Con este comentario yo me di cuenta que no sólo nos habían seguido sino que también escuchado toda la conversación en casa de Dagoberto, por lo que supuse que tenían un micrófono allí escondido.. Me mordí la lengua y me excusé “Como en el primer viaje vine por una invitación de la juventud comunista a presentar un paper sobre empleo juvenil quise conocer las demás voces porque desde afuera es todo muy confuso. Será por mi vocación pero me interesaba formar una opinión propia”. Bueno, si tienes cualquier duda, deberías dirigirte a nosotros que te contamos quién es quién. Y ahí empezó a hablar mal de Dagoberto y de las Damas de Blanco.
-"¿A quiénes más visitaste en La Habana y a quiénes planeas visitar?". Si ya sabían lo que había hablado preferí responder más sinceramente aunque sin dar información de más.
- "A Héctor Maseda porque le fui a dar las condolencias por la muerte reciente de su esposa Laura Pollán.
- “ Y a Darsi Ferrer, también, no?”
- "Si, se me olvidaba, a él también.
- "Pero planeas visitar a gente que no es católica, por ejemplo a Antúnes. ¿De adónde lo conoces a Antúnes?
- "No lo conozco de hecho, gente me ha hablado de él pero no tengo mucha idea de quién es" (cosa que es verdad, aunque pensaba visitarlo y quería conocerlo ahora me siento un poco Judas pero la prudencia ante todo).
- "Pero los lugares que planean visitar como Santi Spiritus y Santa Clara da la casualidad que hay gente que planeas visitar como Antúnes.
- "Vamos a Trinidad porque es Patrimonio de la Humanidad y las playas, vamos a Santa Clara por el Che y a Santi Spiritus, una de las chicas del partido que conocí en el primer viaje era de allí y me recomendó muchísimo su ciudad, así que pensábamos pasar ya que nos queda de camino.

La conversación se repetía de a momentos, volvía a hablar mal de algunos miembros de la disidencia, me repreguntaba quién me había mandado y de dónde conocía a la gente que iba a ver. Al lado había una oficina con la luz apagada y se veía porque la pared divisoria no llegaba al techo. Por momentos tenía la sensación que había al lado gente escuchando. Pasada la hora de cuestionamientos, al devolvernos los pasaportes nos dijo como amenazante: “les sugiero que hagan
turismo y no se metan en más problemas. Hay tantos lugares lindos que conocer”.
Y así lo hice, aunque todo el tiempo con el temor de que nos estaban siguiendo y desconfiando de cada cubano que se nos acercaba. Hasta que el último día en La Habana ya de regreso, pensando en que no iría a ver a la gente que había prometido visita, me dije que si me tenían que hacer un problema en el aeropuerto a mi salida, por visitar a uno u a otro, por lo menos terminaría mi plan de recorrido. Así que me apuré a llegar a la cita con Manuel Costa Morúa pero ya se había ido cuando llegué, y me puse por ello a hablar con Juan Antonio Madrazo Luna, Coordinador Nacional del Comité Ciudadanos por la Integración Racial, dueño de la casa donde había quedado en encontrarme con Manuel y en donde se suelen hacer presentaciones de libros y reuniones del
Club de escritores.


De nuevo me sentí feliz, luego de la última semana que me había pasado pensando sobre la "conversación" con el oficial de migraciones, y al haberme desviado de mi propósito en Cuba. Así que llena de energía me animé a hacer una última visita a René Gómez Manzano pero no quise abusar de mi suerte así que dejé pendiente a Berta Soler y a otras personas que quedé sin conocer. Porque es inspirador quién lucha por los derechos sociales y políticos ante toda la adversidad y aún arriesgando su propia vida, volvería a visitarlos de nuevo. Pero como bien me hizo saber el oficial de migraciones: no tendré otra oportunidad de visitar Cuba. Creo que al menos hasta que no haya democracia.
Al día siguiente, los nervios de la salida al aeropuerto, alerta a cada oficial de migraciones que iba de aquí para allí, pero no pasó nada, entregué mi pasaporte al agente en la casilla, lo miró, una última foto y salí sin problemas. Sana y salva.

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